jueves, 17 de marzo de 2011

La leyenda de "El Holandés Errante"


La mítica historia del barco que jamás llega a puerto

Cuadro basado en El Holandés Errante.

Créditos / Autoría: Albert Pinkham Ryder


Aunque sólo se trata de un cuento narrado por marinos, muchas son las personas que aseguran haber contemplado la imagen de la nave fantasma condenada a vagar por el mar.

Durante siglos, los marinos de todo el mundo han ido contándose, de generación en generación, una leyenda que ha llegado a ser tan famosa que incluso sirvió de inspiración al compositor Richard Wagner para crear su famosa ópera homónima, El Holandés Errante.

La historia asegura que este barco fantasma está condenado a vagar por los océanos de todo el mundo sin llegar nunca a tocar puerto.

El origen de su triste destino

Los primeros antecedentes de El Holandés Errante se remontan al año 1860, cuando un barco holandés, bajo el mando del capitán Hendrik Van der Decken, partió desde Amsterdam con dirección a las Indias Orientales holandesas. Al alcanzar el navío el Cabo de Buena Esperanza se desencadenó una terrible tormenta que duró semanas.

Van der Decken, cuyos pocos escrúpulos y mala reputación eran conocidos, comenzó a enfurecerse y a maldecir a Dios tras comprobar que sus esfuerzos por mantener el barco eran inútiles. Según la leyenda, el capitán holandés decidió en ese momento realizar un pacto con el diablo para salir indemne de todos aquellos desafíos que la naturaleza pusiese en su camino.

Al enterarse, el Todopoderoso decidió condenarle a errar por los mares sin tocar tierra hasta el día del Juicio Final. Van der Decken y su barco no llegaron nunca a las Indias Orientales, y se cuenta que, desde entonces, cualquier buque que aviste al navío fantasma tendrá mala suerte.

Numerosos testimonios

Aunque, como es lógico, sólo se trata de un relato de fantasmas, desde su desaparición muchas han sido las personas que aseguran haber visto o haberse cruzado con un barco muy similar a El Holandés Errante.

Entre los testimonios más conocidos está el del rey Jorge I de Inglaterra. En 1881, cuando tan sólo tenía 16 años y todavía era príncipe, el monarca servía como cadete en el buque de guerra británico HMS Inconstant. El 11 de julio introdujo una curiosa anotación en el cuaderno de bitácora mientras navegaban cerca de la costa australiana: "A las 4 de la mañana el Holandés Errante cruza ante nuestra proa. Emite una extraña luz fosforescente (...) también ha sido visto por el oficial de guardia. Lo ha visto desde el puente, desde donde también lo ha visto el guardiamarina del alcázar (...) La noche es clara y el mar está calmo". En total, el barco fantasma llegó a ser visto por 13 hombres del HMS Inconstant y por varios tripulantes de otros dos buques que formaban la escuadra.

En 1939 también tuvo lugar un avistamiento masivo desde la playa sudafricana de Glencairn. Alrededor de 100 personas aseguraron que de las brumas del Océano Índico surgió un barco de velas, similar a los que comerciaban con las Indias Orientales siglos atrás. La nave desapareció tan misteriosamente como había hecho acto de presencia.

El Holandés Errante volvió a ser visto en 1942 en Ciudad del Cabo. Esta vez se trataba de cuatro personas que se hallaban en una terraza y pudieron contemplarlo durante 15 minutos. Lo describieron como un viejo y destartalado velero que navegaba hacia la bahía de Table, donde finalmente desapareció.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Kart Dönitz, comandante en jefe de la flota alemana, aseguró haber visto a El Holandés Errante durante una misión al este del Canal de Suez, describiéndola como una nave espectral.

Posibles explicaciones

Los científicos insisten en que este tipo de avistamientos son simples espejismo de otros barcos que se encuentran mucho más lejos, hasta 300 millas mar adentro, aunque esto no explicaría la visión de naves con más de 200 años de antigüedad.

Otra explicación mucho más sencilla es que se trata de avistamientos de barcos que han sido abandonados tras creer su tripulación que iban a hundirse, sin que luego el desastre llegase a acontecer.

Cada uno es libre de creer o de no hacerlo y, mientras tanto, se puede seguir oteando el horizonte a la espera de lo que el mar nos depare.

La edición original de este artículo mío se halla en Suite101.net: http://www.suite101.net/content/la-leyenda-de-el-holandes-errante-a12772

La misteriosa cripta de la Isla Barbados

Los extraños enigmas ocurridos en un mausoleo del siglo XIX

Entrada del panteón Chase.

Créditos / Autoría: Foros Wordpress


La esotérica actividad que aconteció en el panteón de la familia Chase durante dos siglos sigue constituyendo, hoy en día, un desconcertante misterio para los isleños.

La historia tiene su inicio a mediados del siglo XVIII en la Isla de Barbados, una de las Antillas Menores. En el año 1742 la familia Walrond, adinerados plantadores de caña de azúcar, mandó construir en el cementerio de Christ Church una cripta. Una vez finalizada la obra, el mausoleo quedó sellado por una espléndida y maciza puerta de mármol.

Un año después, sin haberlo estrenado, los Walrond decidieron vender el panteón a sus amigos los Elliot. De hecho, el coronel Thomas Elliot pudo haber sido el primero en ocuparlo, pero finalmente su familia decidió darle sepultura en el mar.

La primera apertura del panteón tuvo lugar en 1807 para que fuese enterrado un pariente de los Elliot, la señora Thomasina Goddard, que ocupó, con su sencillo ataúd de madera, el primero de los anaqueles superiores de la cripta. Sólo unos meses después, el mausoleo fue revendido a la familia Chase, quien daría el nombre definitivo a la tumba: el panteón Chase.

Comienza la leyenda

La familia Chase siempre tuvo fama de ser muy violenta y de haberse visto involucrada en numerosos hechos delictivos, por lo que pronto necesitaron abrir la cripta. Fue el 22 de febrero de 1808. Había fallecido la hija del coronel Thomas Chase, Mary Ann, con sólo dos años y, según se decía, había sido a manos de su propio padre en un arrebato de furia. La pequeña fue inhumada en un pesado ataúd de plomo.

Poco después, en 1812, le tocó el turno al hermano de Mary Ann, el excéntrico Dorcas Chase, que se había dejado morir de hambre tras encerrarse en su dormitorio. Cuando los esclavos negros que portaban su pesado féretro de plomo penetraron en el panteón lanzaron un grito de terror ante lo que vieron. El ataúd de Thomasina Goddard seguía en su sitio, pero el de Mary Ann Chase se encontraba fuera de su nicho, cabeza abajo, de pie y en el rincón opuesto al que debía haber ocupado durante los últimos cuatro años, aunque no había signos de que la cripta hubiese sido violentada.

El coronel Chase ordenó que los colocaran en su sitio, ardua tarea que tuvo que ser realizada por varios subordinados. Sólo un mes después, el propio Thomas Chase se quitó la vida y fue inhumado en un ataúd tan pesado que tuvo que ser transportado por ocho hombres. Esta vez no había indicios de ninguna profanación.

El Gobernador decide intervenir

El 25 de septiembre de 1816 una curiosa multitud se amontonaba ante el panteón Chase para recibir al pesado ataúd de Samuel Brewster Ames Chase, otro hijo del coronel. La fama del extraño sepulcro ya se había extendido por la isla.

No tuvieron que esperar mucho para contemplar un nuevo y macabro hallazgo: los ataúdes del coronel Chase y su hija habían sido retirados de sus nichos y puestos boca abajo en el suelo, apoyados en una pared.

Aquel día, entre los presentes se hallaba Lord Combermere, gobernador de la Isla de Barbados, que decidió tomar cartas en el asunto. Acompañado por varios de sus hombres investigó si la cripta había sido profanada o si existía algún pasadizo secreto que llevara a ella. Tras descartar ambas posibilidades ordenó cubrir el suelo con arena fina, para que quedasen marcadas las pisadas de quien penetrase. Dejó caer algunos objetos de valor y pidió a su secretaria que redactase un inventario de cuanto se hizo. Además colocó una nueva cerradura en la puerta, que fue sellada con una capa de yeso y piedras. Finalmente lacró la tumba con su propio sello personal.

Medidas inútiles

Las inteligentes decisiones tomadas por el gobernador no resultaron ser efectivas. Al año siguiente, tras haber sido informado de que se escuchaban ruidos en el interior, Lord Combermere decidió visitar el panteón. Los sellos no habían sido forzados, la arena estaba intacta y los objetos de valor seguían en su sitio pero, a excepción del ataúd de la señora Goddard, los demás féretros habían sido profanados. El de Dorcas estaba roto y con uno de sus huesos asomando y los demás habían sido colocados en el suelo, de pie y boca abajo.

Investigadores esotéricos y estudiosos de lo desconocido intentaron hallar una explicación lógica. Pero no había signos de profanación, tampoco señales de inundación y los terremotos difícilmente podrían haber afectado a la cripta sin causar también daños en las tumbas vecinas.

El mismísimo Sir Arthur Conan Doyle, creador del mítico Sherlock Holmes, adujo como explicación que las fuerzas sobrenaturales se habían manifestado como protesta por haber hecho los ataúdes de plomo, ya que ello impedía la rápida descomposición de los cadáveres.

Sea cual fuese el tétrico motivo, lo cierto es que, para evitar especulaciones y las visitas de curiosos, 150 años después se decidió vaciar la cripta y trasladar todos los féretros a una nueva ubicación. Así continúa actualmente el panteón Chase, vacío, invadido por las malas hierbas y por el polvo que el viento arremolina a través de los barrotes de su siniestra puerta.

La edición original de este artículo mío está en Suite101.net: http://www.suite101.net/content/la-misteriosa-cripta-de-la-isla-barbados-a12749

martes, 15 de marzo de 2011

LAS CABEZAS GIGANTES DE LA ISLA DE PASCUA

¿Cómo se tallaron estas enormes estatuas y cuál fue el motivo?

Moáis en línea.

Créditos / Autoría: Phillie Casablanca


Desde que la Isla de Pascua fuera descubierta en el siglo XVIII, muchos han sido los exploradores y estudiosos que han intentando explicar los enigmas que la envuelven.

La Isla de Pascua es un territorio perteneciente a Chile situado en la zona de la Polinesia, en pleno Océano Pacífico. Esta ínsula, de 163,6 km², se ha convertido en un atrayente destino turístico, especialmente por los misterios que rodean a la ancestral cultura que la habitó, la etnia rapa nui. Esta etimología también confiere el nombre tradicional a la isla, Rapa Nui, que significa «isla grande» en el idioma de los antiguos navegantes provenientes de Tahití.

Aunque prácticamente todo este gran islote constituye un museo al aire libre por sus lugares ceremoniales y petroglifos, son sin duda los moáis, las enormes cabezas esculpidas en piedra, su mayor atractivo.

Descubrimiento de la isla

La primera noticia confirmada que se conoce sobre la isla nos llega a través de Jacob Roggeveen, un almirante holandés que la descubrió en 1722, y como era domingo de Resurrección decidió llamarla Isla de Pascua.

Al aproximarse al atolón con tres de sus navíos, Roggeveen pudo comprobar la presencia de numerosas estatuas de diez metros que representaban enormes cabezas con grandes orejas (los moáis), construidas sobre pedestales situados tras inmensas murallas.

Hubo que esperar 50 años para que los europeos retornasen a la isla y otros 100 para que se realizase una exploración rigurosa de la misma. Para entonces las estatuas ya no se hallaban como Roggeveen las había descubierto, ya que durante las guerras mantenidas entre las tribus que la habitaban fueron derribadas de su pedestal al suelo. Y así es como pueden contemplarse hoy en día los más de 600 moáis repartidos por Rapa Nui.

La construcción de los moáis

Se sabe que las gigantescas efigies o moáis fueron talladas, probablemente entre los siglos XII y XVII, en roca volcánica que procedía del volcán inactivo Rano Raraku. Alrededor de 300 de las estatuas se ejecutaron en las mismas paredes del cráter, para posteriormente ser trasladadas por la pendiente.

Dentro del cráter también se hallaron unas 400 estatuas todavía sin acabar. Algunas estaban recién iniciadas, mientras que otras estaban casi preparadas para ser transportadas. Junto a ellas también aparecieron cinceles y hachas realizadas en obsidiana. Estas herramientas indicaban que los artesanos pensaban volver a acabar los monolitos, pero por alguna razón desconocida nunca llegaron a hacerlo.

A lo largo de la senda que descendía desde el volcán también se encontraron decenas de estas esculturas ya finalizadas, diseminadas cada 40 ó 50 metros. La mayoría pesaba 30 toneladas y medía alrededor de cuatro metros, pero se descubrió también una pieza, aún inacabada, que llegaba a los 30 metros y pesaba 50 toneladas.

El misterioso sistema de transporte

Todavía hoy en día se desconoce la manera exacta en la que fueron transportados los gigantescos y pesados moáis de la Isla de Pascua. Se ha rechazado la hipótesis de que utilizasen para ello troncos de árboles a modo de rodillos. Aunque algunos científicos consideran que la desaparición de los bosques de palmeras fue provocada por la tala indiscriminada por parte de los nativos para trasladar las estatuas, está demostrado que en la isla no pueden arraigar árboles con la envergadura necesaria para este fin.
La teoría del arrastre o balanceo con cuerdas también presenta algunas lagunas. En el año 1986, el ingeniero checo Pavel Pavel, el explorador noruego Thor Heyerdahl y el Museo Kon Tiki demostraron que una veintena de personas y algunas maromas eran suficientes para transportar una estatua de nueve toneladas. Pero hay que recordar que la mayoría de las estatuas superan con creces ese tonelaje.

El estudio más reciente, realizado en el año 2000 por un equipo arqueológico norteamericano, sugiere la utilización de máquinas complejas realizadas en la isla hace siglos. La construcción de esta maquinaria pesada pudo haber provocado, en parte, la deforestación actual de la isla.

¿Qué fue de los rapa nui?

Según todos los indicios procedentes de antiguas colonizaciones, en sus orígenes la Isla de Pascua estuvo poblada por varios miles de personas. Mediante los dibujos hallados en la isla puede deducirse que existían entre ellos varios estamentos. Los personajes con grandes orejas representados en las esculturas podrían ser los gobernantes, que conseguían alargar sus lóbulos mediante pesos. También existe la teoría de que los moáis representan a antepasados difuntos.

El aumento de la población y la escasez de alimentos pudo haber sido la causa de los enfrentamientos entre las tribus de la isla, lo que provocó la destrucción de numerosos altares ceremoniales y el abandono de las canteras en las que se tallaban los moáis.

La clave a todos estos enigmas pudo haberla tenido un traficante peruano, cuyo nombre se desconoce, del siglo XIX. Al parecer capturó a más de 1.000 nativos, entre ellos al último rey y al hechicero de Rapa Nui. Se ignora cual fue el destino de los cautivos, aunque sí se cree posible que algunos de ellos regresasen a su isla portando algún tipo de enfermedad, la cual habría sido la causa de la extinción del resto de la población.

Con ellos desapareció la última posibilidad de descubrir cómo un pueblo tan primitivo levantó todo un ejército de gigantescos monolitos con rostro humano.

La edición original de este artículo mío está en Suite101: http://www.suite101.net/content/las-cabezas-gigantes-de-la-isla-de-pascua-a12661

LA MALDICIÓN DEL DIAMANTE HOPE


  Una excepcional joya con un historial de 20 fallecidos

El diamante Hope

Créditos / Autoría: David Bjorgen


Expuesto actualmente en el Instituto Smithsonian de Washington, nadie podría imaginar al contemplar este sublime diamante azul el oscuro pasado que lo envuelve.

Los visitantes que disfruten de un recorrido por el Smithsonian Institution National Museum de Washington (Estados Unidos) podrán contemplar, entre otras muchas piezas, el fascinante diamante Hope (en inglés, esperanza). Se trata de una gema de color azul marino, con un peso actual de 45,52 quilates. Su especial coloración es debida a la presencia de trazas de átomos de boro en su composición.

Parece inofensivo, pero esta brillante joya posee unos pasionales y sangrientos antecedentes que la hacen responsable de 20 muertes.

Según la tradición india, el diamante Hope fue extraído del río Kistna hace más de 600 años y colocado en la frente de la diosa Sita. Un sacerdote hindú, al contemplarlo en un templo, sucumbió a su embrujo y lo robó. Tras ser descubierto fue torturado hasta morir. Era el primero de una larga lista.

Hope llega a Europa

No se volvió a tener conocimiento de la joya hasta el año 1642, cuando el diamante Hope reapareció en el continente europeo en manos de un contrabandista francés llamado Jean-Baptiste Tavernier. Por entonces el diamante pesaba 112,5 quilates, y recibía el nombre de Tavernier Blue. Fue el propio Tavernier quien se lo vendió al mismísimo rey Luis XIV de Francia, conocido como el Rey Sol, quien mandó tallar la gema hasta transformarla en una pieza de 67,5 quilates.

Por su parte, Tavernier obtuvo con la venta el dinero suficiente para comprar un título nobiliario y adquirir una gran propiedad. Poco tiempo después, las numerosas deudas que su hijo contrajo por el juego le obligaron a vender cuanto tenía. Totalmente arruinado, Tavernier regresó a la India para rehacer su fortuna, pero murió atacado por una jauría de perros salvajes.

Las víctimas francesas

Durante su estancia en la corte francesa, el diamante Hope estuvo implicado en numerosas tragedias. Nicolas Fouquet, un funcionario del gobierno que lo tomó prestado para acudir a un baile oficial, fue acusado en 1665 de desfalco y enviado a prisión, donde finalmente falleció.

Por su parte, el Rey Sol murió enfermo y abandonado, viendo cómo su imperio se derrumbaba. Tres miembros de la familia real, que habían tenido contacto con el diamante, también fallecieron en extrañas circunstancias, y la princesa Lamballe, que acostumbraba a llevarlo encima, fue linchada por una enfurecida multitud.

Entre los herederos del diamante Hope estuvieron Luis XVI y su esposa Maria Antonieta, cuyo trágico final en la guillotina durante la Revolución Francesa es de sobra conocido.

Durante las revueltas revolucionarias de 1792 la joya volvió a desaparecer, y la sangrienta leyenda de Hope se mantuvo viva. Se cuenta que Jacques Celot, un joyero francés, se obsesionó tanto con su belleza que acabó volviéndose loco y suicidándose. También se dice que el príncipe ruso Iván Kanitovski se la regaló a su amante parisina, a la que posteriormente mató de un tiró. Kanitovski también fue asesinado.

La maldición continúa

Entre los fallecidos por la maldición del diamante Hope también se incluye a Catalina la Grande de Rusia. Según narra la historia, la zarina lo llevó puesto poco antes de morir de una apoplejía.

Cuando la joya reapareció, en 1812, lo hizo en manos de un joyero holandés afincado en Londres, Daniel Eliason, que talló de nuevo el diamante reduciéndolo a su tamaño actual. El hijo de Eliason le robó la gema y el joyero acabó suicidándose.

Con su nuevo aspecto, el diamante Hope fue viajando por Europa y causando desgracias a sus propietarios, hasta que cayó en manos de Henry Thomas Hope, un banquero irlandés. Hope lo adquirió por tan sólo 30.000 libras y le otorgó su actual nombre. Su propio nieto murió en la más absoluta ruina.

En 1908 el sultán turco Abdul Hamid se hizo con el diamante tras pagar la cifra de 400.000 dólares. Hamid se lo obsequió a su esposa Subaya, a la que asesinó poco después de una puñalada. Un año después, el sultán perdió el trono.

Tras ser comprada por el magnate de los negocios Ned McLean, por 154.000 dólares, la valiosa piedra viajó a Estados Unidos en 1911. Vincent, un hijo de McLean, fue atropellado por un automóvil. El propio McLean terminó arruinándose e ingresó en un hospital psiquiátrico donde murió. Su hija falleció en 1946 tras ingerir numerosos barbitúricos, y su esposa, Evelyn, se hizo morfinómana.

El sangriento viaje del diamante Hope finalizó en 1949 al pasar a ser propiedad del joyero estadounidense Harry Winston, que compró la azulada gema a los herederos de McLean. Aunque su familia no sufrió nunca ninguna adversidad, Winston decidió donar la joya al Instituto Smithsonian el 10 de noviembre de 1958. Y parecía tener mucha prisa por deshacerse del diamante, ya que lo envío en un sobre de papel de estraza y por medio del servicio postal nacional.

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